Antes de escupir mi crítica me gustaría entregar un poco de contexto para que siga leyendo a pesar de su patriotismo exacerbado durante la época mundialera.
Me encanta el fútbol, es el único deporte que disfruto y que me distrae completamente de lo que hago. Cuando lo juego siempre quiero ganar, cuando algo me duele y me invitan a jugar voy igual, si llueve voy, si esta mas helado que la chucha voy, voy porque me gusta, me gusta el fútbol y lo siento todos los días, todos los días quiero jugar y cuando pierdo un partido llego pateando las weas a mi casa de impotencia, de frustración. Esto que me provoca el fútbol es tan difícil de explicar con palabras pero sé que quien lo ha sentido me entiende bien.
No soy tan viejo para hablarle de Caszely, Elias Figueroa y todas esas viejas glorias que a esta altura parecen ser sacados de un cuento, soy un convencido de que el fútbol es de momentos, de tendencias, de decisiones y de sentir pasión por la profesión, todo lo demás puede ser corregido por el entrenamiento. Es por ello que me da lo mismo si el jugador que trae el club de mis amores proviene del archirrival mientras le tenga amor a lo que hace, mientras ame ser futbolista más que cualquier otra cosa y mientras la competencia lo mantenga alerta porque siempre quiere ganar, porque eso se siente, lo sentimos quienes frecuentamos el estadio a ver fútbol. Dicho esto y aprovechando la ocasión, me da lo mismo que Suarez muerda a sus rivales mientras esté en mi equipo, así de simple, y la razón es muy sencilla: a Suarez le puedo enseñar a no morder (o en su defecto a hacerlo más disimuladamente) pero a pocos les puedo enseñar la pasión que siente Suarez dentro de la cancha. Esto se lo puede decir cualquier jugador de fútbol que compite (por penca que sea la liga) no los que andan en puras pichanguitas con los amigos.
Desde el mundial de Francia que sigo partido a partido a la selección chilena, fui a absolutamente todos los partidos de la eliminatoria camino a Brasil que Chile jugo de local, sin ver las repeticiones, sin Carcuro y sin comerciales. Fui porque después de Bielsa se respiraba profesionalismo en el aire, después de años de jamones voladores y niñitos borrachos por fin teníamos un producto para mostrarle al mundo, no eran solo dos profesionales con algunos amateur de buen toque como los que fueron a Francia, esto era distinto, había trabajo, había planificación, había sudor, había ímpetu, había juventud.
Los que vimos el proceso nos rendimos a Bielsa, que nos mostró que con trabajo y amor por lo que se hace se podían cambiar las estrellas. Bielsa era un suicida en la cancha, tenía tanta hambre de conquistar el arco rival que no sabía cuando dosificar y esa importante pausa en el fútbol fue su talón de aquiles, aun así su proceso trascendió porque significó un periodo de aprendizaje para este país sumergido en los Nasur y los Don Choco, fue algo dentro pero también fuera de la cancha de fútbol, nos enseñó que para ganar se necesita hambre y su discurso nos cambió para siempre. Fuimos a Sudáfrica a buscar un sueño y nos trajimos un gran proyecto de tarea para la casa, eliminados a manos de Brasil nos prometimos que íbamos a ir a ganar el próximo mundial que ellos organizarían y para ese entonces con más experiencia y trabajo sobre nuestros jugadores la historia sería distinta.
Bielsa se fue en medio de un conflicto político y nos bancamos a Borghi en una movida improvisada de la ANFP por recuperar la popularidad perdida. Pero ya no queríamos los jamones voladores de vuelta y cuando los resultados no acompañaron a Borghi lo reventamos porque queríamos lo mejor para la selección, porque ahora que teníamos hambre no íbamos a aguantar guatones parrilleros al volante habiendo una excelente casta de jugadores que para Sudáfrica eran aun muy jóvenes para poder campeonar pero para el 2014 estarían en su mejor momento. Esta vez no habían excusas porque Vidal estaba en la Juve a pasos del Madrid, porque Alexis estaba en el Barca y Bravo también sonaba, porque tenemos al pitbul mas feroz del mundo, por la magia de Valdivia, por la entrega inconmensurable de Charles, por el timing de Diaz, por la vocación ofensiva del huaso Isla y el Queno Mena y simplemente porque teníamos todo para ganar.
Así partió el mundial y Australia fue el primero en mostrarnos que éramos mortales, el partido queso se nos complicó y el vapuleado Beausejour nos dio un respiro en el ocaso del partido cuando se mando una pepa en el momento y lugar donde había que hacerla: en un mundial. Y nos ilusionamos con ganarle a España el campeón defensor… y queríamos ese triunfo fruto del esfuerzo de tantos años, queríamos la paga del destino y la queríamos tanto que no nos dimos cuenta de lo obvio: España venia en franco descenso (por eso Holanda le metió 5) pero nosotros sentíamos el partido de manera distinta, porque nosotros, a diferencia de Holanda, teníamos que ganarle a la historia porque nunca le habíamos ganado a España y ese gusto que producía ser el araucano que se le rebeló al conquistador nos salió del corazón. Miles de chilenos lo gritaron a todo pulmón y nuestro himno fue portada en el mundo entero.
Y le ganamos a España, y nos comimos la mejor marraqueta en años al día siguiente y al siguiente y porque no al día siguiente también. Personalmente lo consideré una vendetta por la simulación de Torres que significo la expulsión de Estrada en Sudáfrica (si, recién 4 años más tarde pude superarlo). Estábamos clasificados por primera vez en la fase de grupos a falta de un partido, 6 de 6 puntos disputados, canasta completa y limpia, y apareció por primera vez la expresión de que “para ganar un mundial hay que ganar 7 partidos” porque lo veíamos posible. Todos los noticieros hicieron eco de este canto a la vida y Holanda tenía miedo… o al menos eso decían…
Y nos ganó Holanda sin Van Persie, nos gano con estadísticas que no resisten ningún análisis: Con un 36% de posesión Holanda le apuntó 8 de 13 disparos al arco de Bravo convirtiendo 2 goles, contra el 64% de posesión de nuestra selección que nos significó 1 miserable disparo al arco de 7 intentos, en suma tuvimos la pelota sin hacer daño. Perdimos porque nos planificaron un buen partido, Van Gaal, el técnico de Holanda días antes les había anticipado a los medios: “Todo se trata de ganar, quiero ganar y escogeré un sistema que me ayude a ganar”.
Acá en Chile la cosa había mutado con creces, de ese hambre por salir campeón pasamos a las excusas: “Holanda no propuso nada”, “Holanda no salió a buscar el partido”, “Holanda salió a ratonear”, “tuvimos la pelota todo el partido” con la resignación de tener que volver a enfrentar a nuestros demonios. Durante esa semana se habló más del árbitro (que resulto ser intrascendente), se habló de las lesiones y se habló de milagros… Ya nadie hablaba de ganar, de quien nos tocaría en cuartos cuando venciéramos a Brasil… Cual cobardes se enfocaron en todas las excusas posibles que amortiguaran el impacto de perder, porque decir que no tenemos sangre de ganador sonaba muy fuerte y disminuye el rating.
Y paso lo que tenía que pasar: jugadas más, jugadas menos… palos más, palos menos… penales más, penales menos… Lo único cierto y que quedará en la historia es que caímos nuevamente frente a Brasil dando lugar a la más aborrecible de nuestras características: celebrar las derrotas. Este ambiente de mediocridad hacen creer a la gallada que “intentar hacer las cosas bien” es lo mismo que “lograr hacer las cosas bien” lo cual no es cierto en ningún ámbito de la vida. Me da lo mismo si jugamos bien, si llegamos mil veces, si hicimos ver mal al anfitrión o si Pinilla es el más sexy. Perdimos con Brasil, al igual que en el 98 con los amateur y que el 2010 con los jugadores sin experiencia, la gran diferencia es que a este mundial nos presentamos con mejores deportistas, con más experiencia, con más recursos y llegamos donde mismo. Y aun así celebramos… para que toda esa tropa de conformistas que llenan las calles sepan que no hay que ganar para trascender, que en la derrota también se puede encontrar placer, que intentar es mejor que lograr. Para que nuestros niños, que algún día serán los futbolistas que nos representarán, se resignen a esperar el momento en que el sorteo los beneficie porque ganarle a todos es imposible.
En lo que a mí respecta, como hincha, como jugador y como consumidor de fútbol no ganamos nada y por el contrario perdimos mucho, porque estos jugadores jamás volverán a estar en su momento (salvo Vidal que llego en su peor momento físico) y a juzgar por lo que veo en el campeonato nacional veo difícil un recambio próximo, sin mencionar además que el populacho ha entendido que “jugando bien” tampoco se le puede ganar a Brasil, perpetuando la mediocridad para siempre en nuestra historia deportiva.
El desarrollo de lo que queda de mundial consagrará un campeón y si es Brasil es probable que aparezcan más mediocres diciendo que “al menos nos eliminó el campeón” pero recuerden, nadie más que nosotros hablaremos de esta participación chilena en el futuro y el campeón, ese que antes del mundial y las excusas queríamos ser, permanecerá en la gloria para siempre.