La selección chilena de fútbol ha quedado fuera del mundial de Rusia 2018. En un país como este, casi monodeportivo en lo cultural, significa muchas marraquetas duras, tazas de café insípido, incluso muchos sueños frustrados. Siento que a los chilenos nos gusta mucho el fútbol, al igual que nos gusta la idea de un país mejor, al igual que queremos ver mejores políticas energéticas, educacionales, previsionales, etc, pero desde la comodidad del sillón.
Como país tenemos un problema grave y es que esperamos que las cosas ocurran bien haciendo lo mínimo (o sea pagando para que otro lo haga) o derechamente nada, y lo hablo en un sentido mas amplio que el deportivo, que es el que convoca. Apostamos nuestro futuro a un iluminado, a las fallas que este modelo de la desidia logra parir de vez en cuando, que quiera cambiarlo todo, que quiere progreso de largo plazo y no éxito inmediato. Pero no solo tiene que ser excelente en el manejo que le exige su profesión, sino que ademas tiene que estar dispuesto a bancarse la mierda del medio, del conformismo, del burócrata, del pesimista, del chaquetero, del envidioso, del que se siente especial, del que se cree inamovible, del irresponsable, del farrero. Como iluminados con esta paciencia no abundan, cada cierta cantidad de años nos vamos conformando con los recuerdos de generaciones doradas, tiempos mejores y copas oxidadas.
Somos extractivistas hasta en el fútbol. Capitalistas hasta en los pasatiempos. Disfrutamos del jugo que le exprimimos a una generación de iluminados y ahora que su luz se apaga naturalmente no tenemos nada. Estamos sin mundial, sin DT y sin recambio, porque cosechando el presente nadie sembró para el futuro. Pero eso nos paso porque nos gusta el éxito sin progreso: Porque preferimos que un jugador juegue lesionado o deshidratado por el alcohol a preparar y probar alternativas. Porque nos gusta que la economía crezca al 5% aun cuando eso no signifique una disminución de la pobreza, porque nos gusta la idea de ser el mejor sin importar los medios y justificamos que un jugador choque borracho y rompa habitaciones de un casino simplemente porque es bueno pa la pelota.
En Chile no entendemos el fútbol, como deporte y como disciplina, porque no entendemos lo colectivo. Y por eso tampoco entendemos el porque deberíamos tener educación gratuita o una ley de matrimonio igualitario. Es por eso que la adversidad nos destruye en vez de enseñarnos.
La educación y el deporte, como tantas otras disciplinas, se fortalecen pensando en el colectivo y no en el individual. Mientras sigamos pensando en externalizar en vez de hacernos cargo, mientras sigamos creyendo que progreso y éxito pueden caminar por separado y no que la segunda es el fruto de la primera, seguiremos donde mismo hemos estado históricamente: esperando al siguiente iluminado frente a la TV.